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EL CORAZÓN DE ESTAMBUL

  • Foto del escritor: #TVG
    #TVG
  • 26 dic 2017
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 27 dic 2017

Como una joya por la que hayan luchado generaciones y generaciones de ejércitos de todas las naciones y credos, una amalgama de energías y de rezos que han subido, como era su deber y la razón de su creación, a las alturas a donde iban dirigidos. Sea iglesia, mezquita o museo, lo mismo da, su misión era atraer a las gentes, fueran creyentes o infieles, dependiendo la época de la historia, o simples admiradores de un templo con ínfulas de fortaleza, y aún hoy lo sigue siendo, envanecida por los siglos y los pasos de sus propios fieles, los que cruzan todo un mundo por verla.

Santa Sofía, montaña de sabiduría a la que Constantino, Suleiman o Ataturk quisieron como la joya de su corona, pretendiendo ser inmortales, cuando la única eterna eres tú.



Ayasofía, iglesia de la Santa Sabiduría, mezquita, magnífica, “la maravilla entre las maravillas”. La Basílica de Santa Sofía, obra cumbre de la arquitectura bizantina, es uno de los símbolos inequívocos de la ciudad de Estambul (ver guía completa de la ciudad). Un icono rodeado, a su vez, de multitud de grandes monumentos que nos hablan del pasado glorioso de esta ciudad milenaria. La primera Santa Sofía se construyó en el año 360 por orden de Constantino, aunque un incendio la destruyó en el año 404. Teodosio II fue el responsable de la segunda basílica, que se inauguró en el año 415 para sucumbir consumida por el fuego durante la Revuelta de Nika en el año 532. Cinco años después, el emperador Justiniano contrató los servicios de los arquitectos Artemio de Tralles e Isidoro de Mileto y les encargó levantar una de las grandes obras maestras de la arquitectura universal. Poco después de su reapertura, sufrió un nuevo percance, esta vez, en forma de terremoto.


 
 
 

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